Como decíamos, el ejercicio de devolver la atención una y otra vez al soporte de la respiración es el ejercicio básico del entrenamiento en mindfulness. Con él fortalecemos el músculo de la atención, y no tanto porque vayamos consiguiendo mantener más tiempo nuestra mente enfocada, sino porque vamos siendo más conscientes de cada distracción. Nos quedamos menos enganchados en ellas y respondemos de un modo más equilibrado. El «no juzgar» nos ayuda además a no añadir un extra de carga emocional a la experiencia. Empezamos a parecernos más al teflón de una sartén y menos al velcro.
Una de las diferencias que empezamos a notar es que nuestro modo de funcionamiento reactivo deja de ser tan habitual, y comenzamos a utilizar con más frecuencia nuestro modo responsivo. En vez de reaccionar de forma automática ante cualquier cosa, ante cualquier estímulo externo, o interno, empezamos a ser más capaces de abrir un espacio entre estímulo y respuesta. Pasamos de la reacción a la respuesta.
«Entre estímulo y respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta radica nuestro crecimiento y nuestra libertad.» –Viktor E. Frankl
Ese observar lo que sucede nos proporciona el poder para cambiar las cosas. Cuando no nos paramos a observar, cuando simplemente reaccionamos automáticamente ante lo que sucede, estamos rindiéndonos ante la opción por defecto. Mediante la observación del estímulo, ya sea externo o interno (sensaciones, pensamientos, emociones), lo que antes denominábamos distracción, abrimos ese espacio del que hablaba Viktor Frankl, y ahí se abren las opciones. Ahí ganamos libertad. Entrenando esto, reducimos nuestra reactividad, recuperamos conciencia sobre lo que hacemos, recuperamos libertad y poder.
Quizás sea demasiado simple, pero es posible que te suene el ejemplo del entrenador que le dice a uno de sus jugadores que trate de «picar» a un rival para que «salte» y así sacarle del partido, o que le sancionen. Está claro que no es un ejemplo de deportividad, pero sirva para ejemplificar lo que supone ser esclavo de las reacciones automáticas. Si ante un determinado estímulo o distracción, siempre reacciono de la misma manera, mis opciones se reducen a sólo una: esa, la automática. Si en un caso como el que mencionaba, encima esa reacción puede perjudicarme, entonces estoy en serio peligro. Cada vez que se presente ese estímulo, aunque sea de forma casual, saldré perjudicado. Pero si encima alguien llega a darse cuenta de ese mecanismo automático que me gobierna, entonces esa persona tiene poder sobre mi.
Ejercitar la observación para abrir el espacio entre estímulo y respuesta es recuperar parte de ese poder. Es recuperar la capacidad de elegir la respuesta, en lugar de rendirse a la reacción automática que en estos momentos puedo llevar impresa en mi interior. Y no se trata sólo de evitar que alguien me pueda dominar, sino de que me pueda dominar mi propia ira en general, el aburrimiento, la frustración, mi tendencia personal al desánimo, al miedo, a la ansiedad, o la fatiga del momento. Se trata de ser más capaces de elegir la respuesta en presencia de cualquiera de esos estímulos, de elegir la perseverancia, o la diversión, la confianza, la amabilidad, la compasión,…
No estoy haciendo un alegato de un tipo de emociones frente a las otras, estoy haciendo un alegato por cultivar la capacidad de elegir aquellas respuestas que más nos ayuden, en cada momento y en nuestra vida en general. Y en el deporte, la cantidad y la intensidad de estímulos son brutales. Ganar en libertad para poder afrontar cada reto, cada desafío, es una inversión que merece la pena. Y esa inversión no es en euros, sino en atención.
Ya sabemos que la atención es un recurso limitado, y que no siempre la aprovechamos de la mejor manera posible. Si queremos invertir en opciones, en libertad de elección, en capacidad de maniobra, en poder personal, necesitamos recuperar recursos. Trabaja para recuperar cuanta atención puedas, de toda esa que cada segundo de nuestras vidas se disipa sin más. Invierte primero en mejorar tu aprovechamiento, en tu capacidad de observación de ti mismo, de lo que haces con tu atención. Entrena esa capacidad para llegar a darte más cuenta de a dónde se va, que la atrae, en qué se queda enganchada. Y fortalece tu capacidad para regresar deliberadamente al momento presente, con determinación y con calma a la vez. Es ahí, y sólo ahí, donde puedes actuar, donde reside tu poder y tu libertad.