¿Qué es Fluir en el Deporte?
Todos somos capaces de recordar algún momento de nuestra vida en el que estábamos tan concentrados haciendo algo que perdimos la noción del tiempo. En alguna de esas ocasiones puede que incluso sintiésemos como si el tiempo fuese más lento, como si nos diese más tiempo a apreciar cada detalle. Probablemente lo recordemos no porque nos resultase curioso. Seguramente lo recordamos porque las cosas nos salieron especialmente bien y porque todavía hoy disfrutamos recordándolo. Fluir en el deporte, o en cualquier otra actividad, tiene que ver con esta capacidad de sumergirse en lo que uno está haciendo.
¿Hasta dónde podrías llegar si fueses capaz de entrar, casi a tu voluntad, en ese estado de máxima concentración? ¿Qué sucedería con los límites de lo que hoy consideras «tu máximo rendimiento» si pudieses acceder casi a diario a ese estado «óptimo»? La teoría dice que no es posible controlar el acceso al «Flow», que lo más que se puede hacer es crear las condiciones para que sea más probable que el «Flow» se dé. Y es cierto.
Son las condiciones externas, y las internas, las que determinan hasta que punto me veré comprometido con la actividad que tengo entre manos. ¿Hasta que punto es permisible en ese momento que elementos externos, y sobre todo internos, interrumpan mi compromiso con lo que estoy haciendo, con la tarea? Existen muchos niveles de compromiso, y como dice Pep Marí, entre «echarle huevos» y «dejarse la piel» hay una gran diferencia.
Los deportes extremos o de aventura, pueden ser los que mejor ejemplifiquen lo que se puede entender por «Fluir» (en este caso parece que la palabra en inglés «Flow» pega todavía más). Aunque en el mundo del deporte competitivo, parece que no acaba de considerarse a estos deportes como algo serio, especialmente si no se participa en competiciones regladas. Pero es precisamente en estos, en los que no existen normas y en los que lo único que se busca es llegar al límite de lo humanamente posible, ya sea escalando, surfeando olas gigantes o descendiendo por rampas imposibles, en los que el deportista se ve más comprometido. Ve comprometido algo más que la victoria, ve comprometida su vida. Y precisamente por eso fluir se hace, no solo más probable, sino imprescindible. No alcanzar ese estado de máxima concentración puede suponer el desastre. Las condiciones exigen un compromiso máximo: no hay opción posible de que nada interrumpa mi compromiso con la tarea, o de lo contrario,…
No se trata de saltar en paracaídas en una despedida de soltero, actividad sobre la que prácticamente no tengo ningún control, y de hecho son otros, infinitamente mejor preparados que yo, los que garantizan el buen final de la experiencia. Se trata de actividades en las que el desarrollo de la actividad depende de forma crítica de mi capacidad para reaccionar a tiempo a cada detalle, a cualquier imprevisto. Reaccionar, y a tiempo. No vale con conocer la respuesta, no vale con responder correctamente. La diferencia entre responder y reaccionar (y hacerlo en ambos casos dando una respuesta válida) en este tipo de actividades, es la diferencia entre la vida y la muerte.
Y la diferencia entre poder responder adecuadamente y reaccionar con eficacia la conoce bien cualquier deportista: entrenamiento.
Entrenamiento Mental
Si queremos ser más eficaces a la hora de manejar nuestra atención, necesitamos practicar con ella. Necesitamos entrenar para llegar a tener un mejor dominio de nuestra atención. Para alcanzar un nivel de élite en nuestro deporte o en nuestra actividad, necesitamos dominar el enfoque de nuestra atención igual que necesitamos dominar la técnica o la táctica. Y necesitamos ser capaces de mantener ese enfoque del mismo modo que necesitamos mantener, o intensificar, el esfuerzo físico.
Es evidente que estamos hablando de entrenamiento. Entrenamiento mental, o más específicamente, entrenamiento de la atención.
Precisamente, una de las características fundamentales del fluir en el deporte, o en cualquier otra actividad, tiene que ver con el enfoque de la atención. Para poder llegar a ese estado necesitamos volcar toda nuestra atención en la tarea que tenemos entre manos. Las distracciones son los enemigos del «flow». Y las distracciones pueden venir tanto del exterior como de dentro de nosotros mismos. Es decir, no son sólo los gritos del público o una mala decisión arbitral los que pueden «sacarme» del juego, de la carrera o de lo que sea que estoy haciendo. También puede sacarme un pensamiento propio («qué sucederá si fallo«, o «¿¡cómo pude fallar esa ocasión!?»), o una sensación inesperada (una molestia física, un dolor,…). Por eso adquiere especial importancia el manejo que hagamos de nuestra propia atención. Y cuando hablo de manejo de la atención, igual que cuando hablamos del manejo del balón, estamos hablando de habilidad, de dominio.
Necesito entrenar mi atención para poder dominarla, para hacer que esté disponible cuando más la necesito. Llegar a fluir en el deporte es el resultado de ese dominio de la atención, de las condiciones que favorecen el compromiso con la tarea que tengo entre las manos en este preciso momento. Y necesito entrenarla para que dependa cada vez menos de condiciones sobre las que no tengo capacidad de actuación, y más de recursos propios y habilidades que he podido desarrollar con la práctica deliberada.