A la Élite desde la Humildad

Da igual si lo que nos importa es ser mejores que los demás, o si lo que pretendemos es superarnos a nosotros mismos. El caso es que competimos. Mejoramos para poder competir, y porque competimos también mejoramos. Parece lógico, pero no siempre es así. Centrándonos en la comparación, podemos subir nosotros, o hacer bajar a los demás.

FOTO OMEGA/COLOMBO ATENE (GRECIA) 20/08/2004 - OLIMPIADI - GIOCHI OLIMPICI - ATLETICA LEGGERA - 10000 METRI UOMINI NELLA FOTO I TRE ATLETI ETIOPI DA SINISTRA, IL VINCITORE DELLA MEDAGLIA D'ORO KENENISA BEKELE AL CENTRO HAILE GEBRSELASSIE GIUNTO QUINTO E DI SPALLE SILESHI SIHINE VINCITORE DELLA MEDAGLIA D'ARGENTO

De nuevo será cuestión de confianza: la que tenga en mis posibilidades de superar el nivel de aquel con quien me comparo. Si mi confianza es más bien poca, es probable que me decante por la opción de mover la escalera del otro, de hacer trampas, de buscar culpables, de buscar excusas,… Si mi confianza es alta, será más probable que opte por la primera vía, la que depende sólo de mi mismo. De hecho, confiar de verdad en uno mismo significa no necesitar compararse con nadie para sentirse valioso. Quizás no gane hoy, e incluso puede que haya quien me critique, pero yo sé que puse lo mejor de mi mismo, que fallé porque fui valiente, y lo intenté. Confianza es saber que nadie puede privarte de tu último objetivo: dar lo mejor de ti a cada momento. Y mejorar.

Y los logros llegarán, en su momento. Por supuesto que dependerá de mi preparación. Pero si además depende de las circunstancias, o de la suerte, los éxitos llegarán cuando la suerte esté de mi lado, porque yo ya estaré preparado. Y si no es esta vez, será la próxima, y estaré aún más preparado.

Pero para eso hace falta humildad. Podría parecer que humildad y confianza son conceptos opuestos, pero no lo son. Confiar es saber que en nuestro «cuenco» están los recursos que necesitaremos para avanzar. Y confianza es también no tener miedo a mostrar mi cuenco vacío, o al menos con mucho espacio para poderlo llenar. ¿Cómo podría seguir llenándome de conocimientos y habilidades si pensase que no hay nada que me puedan enseñar? De cuanto más espacio disponga, cuanto más vacío sea capaz de reconocer, más podré aprender. Ser humilde significa estar hambriento de aprendizajes y no despreciar ninguna oportunidad de mejorar, y en especial, no despreciarla por comparar mi cuenco con el de los demás y creer ver el mío más lleno.

Y ahí reside el principal riesgo de competir atendiendo únicamente al resultado. Aquel que no confía en sí mismo, más allá del resultado, necesita mostrar su cuenco lleno, más lleno que el de los demás. Necesita exhibir su valía, y justificar los malos resultados. Buscará culpables y excusas si no lo logra. Y si tuvo éxito, despreciará las ayudas que recibió. Necesita que sea a él a quien se le reconozca el mérito. Necesita ser validado.

Quien tiene confianza en sí mismo no teme mostrar sus carencias, primero porque no definen su valía, y segundo porque no son definitivas. Si no sabe hacer algo, no lo sabe, todavía. Pero buscará la forma de aprenderlo, porque tiene capacidad para hacerlo (espacio en su cuenco), y es ahí donde reside verdaderamente su valía. Se aproxima a los retos con «mente de principiante». Y si se compara con los demás, lo hará desde la humildad, buscando lo que le pueden enseñar, lo que puede aprender. En lugar de mil y un adversarios, descubre a su alrededor mil y un maestros. Y es por eso que no teme el intercambio, no teme enseñar o ayudar, pues en vez de ver en ello un peligro, ve riqueza y crecimiento. No se siente amenazado por la valía de los demás, la aprecia.

Foto Julian Finney - ftw.usatoday.com

Confianza es tener humildad y reconocer en ello una ventaja, la de poder seguir aprendiendo, la de crecer y hacer crecer, y poder hacerlo de todo y de todos sin que eso amenace lo que vales. Libre de amenazas y miedos, en vez de sufrir, poder disfrutar de cada momento.