Y los momentos difíciles se presentan, y con ellos las dudas. Se hace necesario mantener la unión. Cuanto más difícil es la situación, más importante es cada aporte. Es vital fortalecer la confianza de cada uno, para que nadie titubee en el momento de dar con generosidad lo mejor que tiene. Y si bien es normal que haya momentos de duda, es fundamental recuperar la confianza para seguir progresando. ¿Cómo? Recuperamos de nuevo lo que dice el General Francisco Gan en el libro [amazon_textlink asin=’8416620091′ text='»No Limits»‘ template=’ProductLink’ store=’elispormindapi-21′ marketplace=’ES’ link_id=’6b52580f-6b00-11e7-b8d6-79ed56a86b49′]: «Reenfocándonos hacia lo básico».
Vamos a recuperar la eficacia centrándonos en tareas accesibles y resolubles. Necesitamos volver a obtener resultados, esos que sin duda están a nuestro alcance, porque son nuestro día a día. Son esos pequeños logros a los que quizás no prestamos tanta atención, precisamente porque los damos por sentados, porque los dominamos y forman parte de nuestra rutina. Pero esos son los resultados en los que se asienta nuestra confianza, si les prestamos atención, y si volvemos a ser realmente buenos en ellos. En realidad, no dejamos de serlo en ningún momento.
Y poco a poco, recuperamos la sensación de eficacia, y a medida que la confianza también se recupera, regresa también la ilusión. Hay una salida, y hemos cambiado el sentido de nuestros pasos. Si antes nos alejábamos de nuestro objetivo, ahora estamos de nuevo dando pasitos hacia nuestra meta. Pasitos que pueden ir creciendo. Avanzamos.
Sabíamos que no iba a ser fácil, y mucho menos cómodo. «Ser eficaces en algo, por simple que parezca» es el camino para recuperar la sensación de control. Y seguimos mejorando. Estamos haciendo algo, y lo estamos haciendo bien, cada vez mejor, lo mejor que podemos.
Quizás sigamos teniendo dudas con respecto a los resultados que vendrán, pero la dinámica ha cambiado. Hemos recuperado el ímpetu y volvemos a crecer. Los resultados llegarán.
Pero antes tuvimos que dar ese primer paso, el golpe de timón. Un cambio de dirección, de enfoque: cambiamos nuestra atención de la frustración, la decepción o las dudas… a lo básico. De lo que ya no podíamos controlar a aquello que sin duda es básico y controlamos. El mismo primer paso que daba el «loco» que entregaba lo mejor de sí mismo al equipo, sin esperar que el resto hiciese lo mismo. De hecho, esa es una de las esencias del liderazgo deportivo, o de cualquier otro tipo: la de aquellos que «irían adonde van y harían lo que hacen con independencia de si otros deciden seguirlos». Y curiosamente, es entonces cuando comienzan a hacerlo, cuando de verdad parecen saber adónde van.
Básico es que alguien ha de iniciar el cambio, y básico es que sea sencillo. Cuanto más sencillo, más probable, antes se afronta y más esfuerzos reclutará. Alguien tiene que ser el primero en dejar de mirar al marcador, a la clasificación, la presión, la prensa,… Yo sé hacer ésto, ni más ni menos. Y como puedo hacerlo, lo hago. De hecho, lo es lo que quiero hacer. Aquí y ahora. Lo que antes era frustrante, en su conjunto, comienza a descomponerse en pequeñas tareas perfectamente abordables que poco a poco «van cayendo». Y seguirán cayendo: ya lo hicieron antes. Hasta que al final, el objetivo vuelve a estar a nuestro alcance.
Colin Powell, otro general, daba esta definición de liderazgo. Decía que «se ha alcanzado la excelencia como líder cuando la gente lo sigue a uno a todas partes, aunque sólo sea por curiosidad». Puede que no sea rápido, pero está a nuestro alcance. Sólo tenemos que empezar por lo básico, aquí y ahora.