Para el Equipo, y Para Tí: el Peligro está en No Confiar

¿Por qué debería anteponer el beneficio del equipo a mis intereses personales? ¿Qué gano yo empleando mis energías en beneficiar a otros? ¿O por qué debería ser condescendiente con las actuaciones de mis compañeros que, en apariencia, no me benefician? Y lo cierto es que la teoría dice que «la estrategia más beneficiosa a largo plazo consiste en cooperar cuando el otro coopera, pero si esto no sucede, entonces es mejor dejar de hacerlo hasta que el compañero lo haga».

Peligro No Confiar

Pero, dentro de un equipo, esta es una dinámica peligrosa en sí misma: si todas las partes actúan «inteligentemente», si no hay ningún «loco» que coopere cuando el otro no lo está haciendo, entraremos en una espiral en la que en lugar de sumar energías y recursos lo que se hará es competir por ellos. Cada acción del otro será percibida como una amenaza para los intereses propios.

El problema es que no es necesario que alguien deje de colaborar para que la espiral de desconfianza se dispare, basta con que uno interprete que el otro ha dejado de cooperar para que él mismo decida dejar de cooperar. Y el círculo vicioso ya está en marcha. Un simple fallo puede ser interpretado como un acto voluntario y egoísta, un despiste también, una actitud pasiva o una precipitación. Pero la causa de cualquiera de estas cosas podría ser muy distinta: presión, inseguridad, nervios, problemas personales,… Podría ser incluso que alguna de ellas se viese propiciada por sus propios compañeros, por sus actitudes o por el temor a sus reacciones. Da igual. No es necesario que ninguno de los dos actúe de forma egoísta. Basta con que uno de los dos interprete que el otro está siendo egoísta para romper la dinámica de cooperación. Basta con que uno de los dos empiece a dudar.

Se necesita confianza para no ver en cada acción una amenaza, para no verse rodeado de intenciones dudosas. Un exceso de atención al resultado incrementará también esa sensación de peligro constante, de intolerancia a los errores de los demás, y ayudará a que magnifiquemos su importancia. Propiciará que se comience a juzgar cada acción o cada actitud en busca de culpables.

La clave, de nuevo, está en la confianza. Pero sobre todo en la confianza en uno mismo. Porque quien confía en sí mismo no necesita deshacerse de los errores de los demás, y mucho menos de sus aciertos, para no ver amenazada su valía. No necesita la aprobación de nadie para confirmarla, y no ve en el reconocimiento a los demás una amenaza para sí mismo. La consideración que tiene de sí no depende de elogios, y no se ve mermada por los elogios que puedan recibir sus compañeros. En realidad, en la medida en que contribuye al progreso de sus compañeros, sabe que los halagos que puedan recibir, aunque no los necesite, también lo son para él. Todo le pertenece al equipo, y todo se le debe a él. Por eso su confianza es valiosa para todos: porque le permite sumar al equipo y a sus compañeros, en lugar de sentirse amenazado por ellos.

¿Quién, con su desconfianza, crea espirales de competitividad y destruye las dinámicas de cooperación? Necesitamos llenar el equipo de «locos» dispuestos a dejar de juzgar las intenciones de sus compañeros, a confiar en que lo único que de verdad importa es lo que ellos son capaces de entregarle al equipo. Porque es así. No sólo debo preguntarme si estoy haciendo algo que podría estar haciendo daño a mi equipo. Necesito preguntarme si no estoy dejando de hacer algo y eso está haciendo daño a mi equipo, como inhibirme a la hora de cooperar, de animar a mis compañeros o de aceptar mi rol en el equipo. Necesito preguntarme qué acciones concretas voy a hacer para ser un mejor compañero y seguir avanzando. Necesito confiar en mi mismo para dejar de ver amenazas en los demás, para dejar de juzgarles, para confiar en ellos y que entonces, lo más inteligente para todos siga siendo cooperar. Y necesito hacer todo esto antes de que otros lo hagan por mi, antes de que sean ellos quienes vean en mi la amenaza, antes de que me vean como el iniciador de una espiral de desconfianza capaz de cargarse la cooperación, de cargarse el equipo. Porque si ese día llega, entonces estaré fuera.