Ahora bien, ¿qué podemos hacer con ese poder y esa responsabilidad que otorga la capacidad de responder en lugar de simplemente reaccionar? Lo primero es que podemos tomar mejores decisiones, empezando porque podemos tomarlas de forma consciente en vez de sólo dejarnos llevar. Pero, ¿decisiones en torno a qué? Y otra cosa, ¿quiere decir esto que tenemos que evitar todas las reacciones automáticas? Es decir, ¿tenemos que aplicar esa pausa a todo?
Como decía Jack El Destripador, vayamos por partes.
La apertura de este espacio entre estímulo y respuesta que nos facilita el Entrenamiento en Mindfulness, nos permitirá, en primer lugar, recuperar el control de nuestra propia atención. Vamos a tener más oportunidades de poder tomar buenas decisiones respecto de sobre qué enfocar nuestra atención. Sabiendo ya que nuestra atención es un recurso limitado, vamos a poder decidir mejor qué hacer con ella, en lugar de dejar que se vea arrastrada por cualquier estímulo, ya sea el vuelo de una mosca o nuestra propia ira. Tendremos muchísimas más oportunidades de quedarnos con lo que quiera que sea relevante en cada momento, y en especial con lo que sea relevante porque tenemos capacidad de intervenir sobre ello. Será mucho menos probable que acabemos desperdiciando grandes volúmenes de atención en cosas que, aun siendo relevantes para nosotros, no podemos controlar.
Sólo a partir de haber logrado esto podremos comenzar a dedicarle más recursos a la toma de buenas decisiones en torno a aspectos concretos de nuestra práctica deportiva, de nuestra preparación, de la relación con nuestros compañeros y con el equipo, en torno a nuestros objetivos o en torno a los valores que nos mueven. Si ser inteligente supone precisamente eso, ser capaz de tomar buenas decisiones en el ámbito que sea, un paso previo para ganar en inteligencia será justo el de saber manejar la atención y ganar el espacio necesario que me permita enfocarme en lo que es relevante. Y a más espacios, más oportunidades de ejercitar la inteligencia. Podríamos decir que es inteligente entrenar la atención porque me permite entrenar otros tipos de inteligencia. Y ahí incluiríamos todos los ámbitos en los que nos moviésemos, desde la inteligencia lógico-matemática, la musical, o la naturalista a la corporal-kinestésica o la inteligencia emocional.
Es decir, podemos incrementar nuestra capacidad de tomar buenas decisiones en aspectos directamente relacionados con el desarrollo técnico o táctico de una competición deportiva, o en relación al comportamiento de un compañero, o también respecto de nuestras propias reacciones emocionales.
Y enlazando con la otra cuestión que planteaba al principio, ¿qué hacemos entonces con respecto a estas reacciones, las emocionales? ¿Podemos ponerlas también en pausa y aprender a responder antes de que surjan? Pues me temo que eso sería ir en contra de nuestra propia naturaleza, del funcionamiento de nuestra biología. Estamos diseñados para reaccionar emocionalmente. No podemos evitarlo. Pero sí podemos entrenarnos para elegir cómo respondemos a nuestras propias reacciones emocionales: ahí sí podemos introducir una pequeña pausa.
Responder no es mejor que reaccionar. Son cosas distintas, y cada una tiene sus ventajas. Responder nos da la opción de elegir entre varias opciones, y reaccionar es más rápido. Y estamos diseñados para reaccionar rápidamente ante las amenazas, del tipo que sean. Pero una vez que se ha producido la reacción emocional, podemos introducir una pausa para decidir hasta dónde llevamos esa reacción, y en especial, para descubrir si hay alguna información útil que podemos aprovechar de esa reacción automática.
Es muy difícil no sentir cierto «miedo» si de repente soy el elegido para lanzar un penalti decisivo. Pero sí puedo introducir un espacio entre la sensación física de excitación y los instantes siguientes, justo antes de lanzarlo. De hecho, podría utilizar ese pequeño espacio para decidir nombrar de otro modo a la sensación física. En lugar de miedo, nerviosismo o ansiedad, podría decidir nombrarla como excitación, activación, o como le escuchaba a alguien hace poco, podría decir simplemente que «¡esto es lo que mola!». De lo que no cabe duda es de que hay muchas opciones distintas, cada una con sus pros y sus contras, y lo que hacemos nosotros es abrir un espacio para poder ir eligiendo a cada momento aquellas que nos parecen más útiles.
Y por último, ¿le aplicamos la pausa a todo? ¿Evitamos cualquier tipo de reacción automática? Las decisiones se van encadenando en nuestras vidas, y a veces será una buena decisión el suprimir decisiones posteriores. ¿A qué me refiero? Pues por ejemplo a la decisión de confiar en el entrenamiento: confiar en las reacciones automáticas que tanto nos ha costado «automatizar». Porque reaccionar también tiene sus ventajas, y como decíamos, una de ellas es precisamente la velocidad. Y por eso entrenamos tantísimo, porque a partir de una respuesta inteligente, queremos construir una reacción inteligente. Estas reacciones inteligentes liberan memoria de trabajo, lo que nos permite captar más detalles relevantes, procesarlos mucho más rápido y en ciertos momento liberar parte de nuestra atención para poder acometer decisiones de un orden superior. Esto es lo que diferencia a los mejores.