Supersticiones que Funcionan

¿Tienes muchas «manías»? Todos tenemos algún tipo de «manía» a la hora de realizar determinadas tareas. Y el deporte tiene una facilidad especial para generar todo tipo de ellas, sobre todo en lo relacionado con la competición. La inmediatez de los resultados puede ser uno de los factores que dé especial relevancia a determinados preparativos, o a la utilización de elementos concretos. Esa misma inmediatez, junto con el hecho de que con frecuencia resulta difícil predecir el resultado final, puede hacer que el deportista acabe dándole importancia también a otro factor: la suerte.

Believe - Supersticiones

Sin lugar a duda, el entrenamiento y la preparación son imprescindibles para poder acceder al éxito deportivo, pero también es indudable que en cualquier momento pueden darse imprevistos que pueden influir notablemente en el desarrollo de una competición. El desconocimiento de cómo influyen realmente muchos de estos factores puede llevarnos a asociar algunos de esos preparativos o manías con la buena o mala suerte.

Muchos de nosotros decimos no ser supersticiosos, pero al final, acabamos teniendo nuestras pequeñas manías, o acabamos acudiendo al típico «por si acaso». De hecho, en muchas ocasiones tenemos la sensación de que, sin saber muy bien por qué, funcionan. Y quizás ése sea el único problema, que no sabemos por qué funcionan.

Nuestra capacidad de atención es un recurso limitado. No podemos asimilar la información de todo lo que sucede a nuestro alrededor, ni siquiera de todo lo que nosotros hacemos y de todo lo que sucede en nuestro cuerpo. La atención es un recurso que administramos en función de nuestros propios intereses, pero también según el grado de exigencia que interpretamos. Al mismo tiempo que intentamos dirigirla hacia aquello que nos interesa, existen estímulos externos capaces de robar parte de nuestra atención. Y existen también estímulos internos que hacen lo mismo, como por ejemplo el dolor, o nuestros propios pensamientos.

La cantidad de atención de que dispongamos para realizar una determinada tarea en un momento concreto, va a determinar en gran medida la calidad de nuestra ejecución. Es por tanto algo inmediato. Así, todos los factores que contribuyan a incrementar la atención disponible podrían darnos «buena suerte», y todos los que pudieran hacernos desperdiciar parte de esa atención nos estarían dando «mala suerte». Y no se trata solamente de que la presencia de cierta persona en la grada sirva para distraernos, o que, por el contrario, sea un estímulo que nos motive y nos ayude a estar más concentrados. Como decía, muchos de los estímulos que nos desconcentran, robando parte de nuestra capacidad de atención, o los que nos ayudan a concentrarnos, bloqueando otros elementos distractores, provienen de nuestra propia mente.

Tener muy presente aquello que nos motiva, puede servir para restarle importancia a otros elementos que en otra situación podrían estar dando vueltas en nuestra cabeza. Pero también eso podría acabar dando vueltas dentro de nuestra cabeza, acaparando parte de la atención que deberíamos estar dedicando a la ejecución de la tarea en sí.

No hay una única forma, y al final, cada uno acaba sabiendo cuál es la fórmula que mejor le funciona. Por eso seguimos con nuestras manías, simplemente, porque nos funcionan.

Del mismo modo, los equipos también utilizan sus rituales para conducirse al estado óptimo. Se van apartando de todo lo demás, y se preparan para el momento de la verdad, enfocados en lo que realmente importa. Buscan el estado de concentración y de activación emocional óptima, y lo buscan acudiendo a aquello que conocen, a aquello que saben que funciona, porque ya lo han vivido antes y les da seguridad, y porque además, les hace únicos.

Para el cirujano, el proceso de ataviarse con una indumentaria especial, la purificación, y todos los pasos previos de preparación para una intervención quirúrgica importante, más allá de la necesidad práctica, adquieren el sentido de un ritual casi sagrado. Se trata de un proceso que define un límite, no solo para las impurezas y las vestimentas corrientes, sino también para todo aquello que carece de relevancia en ese universo independiente y aislado que es el quirófano. El ritual proporciona la seguridad de que nada interferirá en la operación. Todo está en su sitio. No hay distracción posible.

Esta sensación de seguridad, la confianza en ese «todo está en su sitio», sirve para mantener la mente limpia de preocupaciones y distracciones, lista para dedicarse plenamente a su misión. En muchos casos esa higiene mental comienza por la mañana, con las rutinas del día de partido. Puede que tengamos claro que levantarnos a una determinada hora, o desayunar algo en concreto nos ayuda a estar en un mejor estado físico a la hora de la competición. Pero sobre todo, nos da seguridad. Sabemos que en otras ocasiones nos ha ido bien, por lo que es algo de lo que ya no vamos a tener que preocuparnos. Todo está en orden. Todo va según lo previsto. Tendré suerte.

Sólo una cosa más: ¿de quién depende el que puedas completar tu rutina? ¿No habrás puesto tu «suerte» en manos de otros? ¿No?